lunes, 25 de julio de 2016

DE NUESTRO NOMBRE Y ORIGEN

Para todos aquellos que en algún momento lleguen a leer nuestra historia, sabed nuestros nombres: Capitán Ad de Berry y Capitán Mark Gerlof Bonnet, nacidos en 1988, año del Señor, en la extensión territorial antes conocida como Cem Ānáhuac.

Hace ya mucho tiempo se convirtió en una urbe colosal, cuyas construcciones se levantan interrumpiendo la tersura del valle en el que se erigen. Los Palacios, casas y obrajes resisten perennes las sucesivas mutaciones de la Ciudad, y sus calles son ríos de historias que igualmente están infestadas de rufianes, muchos de cuello blanco, que no buscan la paz ni fortalecer el espíritu de esta nación.

Somos de aquella estirpe que busca vivir más de una vida y nuestra historia es singular pero será recordada por todos ustedes; aunque no pretendemos engalanarla con señorío, sino dar fe de lo que han visto nuestros ojos propios y dar testimonio de ello.

No esperen a que les narremos historias falsas o inventadas, que de eso viven los cuentistas, noble arte que no precisa rigor ni vergüenza. La Naturaleza de la sangre que corre por nuestras venas los invita a que vivan las mismas perturbaciones y predilecciones que nos acogen y quizá hallemos más de un alma gemela y una mano amiga que nos guíe hacia las plácidas orillas de la cordura.

En la Ciudad de los Palacios, se recordarán las aventuras y piraterías de Ad de Berry, Mark Gerlof Bonnet y la tripulación del "Ehécatl Akab" [Viento de la Noche].

¡Navegante Urbano ha sido tomado!


Informamos que Navegante Urbano ha sido tomado por el galeón "Ehécatl Akab". De ahora en adelante hemos decidido ser parte de la tripulación y vivir la licenciosa vida pirata.

lunes, 6 de octubre de 2014

Agustín de Iturbide: Los tratados de Córdoba y la Independencia de México


Se ha dicho que Agustín de Iturbide fue un reaccionario, antidemócrata, dictador, enemigo de los congresos, absolutista. Si estudiamos su situación sin tomar partido veremos, con mucha claridad, que fue un Conservador, con leves tintes de liberalismo, legalista en su totalidad, Congresista, Divisor de poderes y un creyente de la Representación política.
  
Agustín I de Itrubide y Aramburu.
Oleo por Primitivo Mirando, 1860.


Los Tratados de Córdoba, Celebrados y firmados el 24 de agosto de 1821 por Agustín de Iturbide y Aramburu, Primer jefe del ejército de las Tres Garantías y por Juan O’Donojú y O’Ryan, Jefe político superior de la Provincia de Nueva España. El primero, Iturbide, contaba con el apoyo de la mayor parte de la, próximamente, sociedad mexicana, el segundo, O’Donojú, no contaba con autorización ni poder por parte del gobierno español para firmar algo de semejante magnitud, como lo fueron estos tratados. Este tratado es una ratificación de las Constituciones de Cádiz y del Plan de Iguala.
 
Entre lo más destacado de este tratado es apuntalar a México como un Imperio independiente de la Monarquía española. El imperio mexicano se postulaba como monárquico constitucional y moderado.
El primer punto es que la Corona independiente mexicana se ofrecía a la familia de Borbón reinante en España, a Fernando VII de Borbón, y si rechazase la propuesta en el término que su presencia fuese requerida por el congreso mexicano para la coronación y juramentación, serían llamados sus hermanos, los infantes Carlos María Isidro de Borbón, Francisco de Paula de Borbón, o su primo el Archiduque Carlos de Austria-Teschen, —este último hijo de María Luisa de Borbón y nieto de CarlosIII de España— u otro individuo de casa reinante que determinara el congreso; si ninguno de los anteriores candidatos aceptase la corona del Imperio Mexicano, las Cortes Imperiales Mexicanas designarían al nuevo monarca mexicano. El tratado no establece si el candidato debía pertenecer a alguna casa reinante europea, simplemente ser noble, o si podía nombrarse a cualquier mexicano.

“El Tratado de Córdoba modificó el Plan de Iguala en un punto de gran importancia, al establecer que, a falta de rey y de los infantes españoles, las cortes elegirían al soberano, sin expresar que había de ser de casa reinante, Iturbide dejó con esto abierta la puerta asu ambición, y O’Donojú quizá no reparó en variación tan sustancial”
[Zarate, Julio. Resumen integral de México a través de los siglos, tomo III: La guerra de Independencia. Riva Palacio, Vicente. México, Compañía General de Ediciones, 1952]

O’Donojú se apoya en la plataforma que le provee el reconocimiento oficial de Jefe político superior de la Provincia de Nueva España por parte del régimen gaditano y le envía, una vez firmado el tratado, copia dirigida al Mariscal de Campo Francisco Novella Azabal Pérez y Sicardo, que se encontraba sitiado en la Ciudad de México por los generales Vicente Guerrero y Nicolás Bravo. Novella, que mandaba como Jefe de gobierno y capitán general de Nueva España, convocó una junta de guerra a la que asistieron el Ayuntamiento Constitucional, la Diputación Provincial y los miembros más altos del ejército y el clero. Estos solicitaron la presencia de O’Donojú para que el documento fuese reconocido oficialmente, por alguien comisionado con cargo directo del régimen gaditano. O’Donojú reconoció sus grados militares y clericales, mas no el cargo de Novella como Jefe de gobierno tras la destitución del Virrey Juan Ruiz de Apodaca.

El encuentro entre Iturbide, O’Donojú y Novella sucede en la Hacienda de La Patera, cercana a la Villa de Guadalupe. Ahí, Novella acepta ceder el cargo a O’Donojú, siempre y cuando las fuerzas trigarantes se mantengan al margen de la ciudad. Novella contaba con fuerzas suficientes para seguir atrincherado, un buen rato, en la ciudad de México, se dice que contaba con cerca de 10,000 soldados realistas, más las reservas de alimentos, municiones, caballos, etcétera.

Una vez dentro de la Ciudad de México, O’Donojú pacta la capitulación de las fuerzas expedicionarias españolas, y estas son dirigidas, con salvo conducto, al puerto de Veracruz para ser repatriadas.

En Tacubaya, la Junta Trigarante ya estaba preparando el terreno para el ingreso de la trigarancia en México. Iturbide pacta la entrada el 27 de septiembre de 1821, por su cumpleaños. Al día siguiente se firma la carta o acta de independencia como tercer gran documento junto al Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba.

El proceso es más contingente de lo que nos lo han planteado. Primeramente Fernando VII rechaza los Tratados de Córdoba en diciembre de 1821. No hay reconocimiento por parte de España, respecto del Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba; por supuesto que decretar algo es una cosa, mas ser obedecido en ese nuevo decreto es otra mucho más compleja, que solamente enunciarla. Cuando España niega la validez de estos documentos, se evidencia la fragilidad de este pacto. Una cosa es romper con un orden político y otra es formar un nuevo orden político. Por ejemplo, si los estados contribuyentes no pagan impuestos se fragmenta el estado mismo, porfalta de recursos. Tal fue el caso del Primer Imperio Mexicano.

Derivado de la falta de reconocimiento por parte del Rey Fernando VII, las Cortes Mexicanas tienen que elegir un candidato como emperador, y en aquel momento no había alguien que política, militar y religiosamente tuviera el prestigio para poder rivalizarcon Iturbide.

“El 27 de septiembre de 1821 entró en México Iturbide, al frente de todo su ejército. El entusiasmo popular suplió al tiempo y a la escasez de los fondos público, y pocos días bastaron para que la capital se preparase a recibir dignamente a los defensores de las tresgarantías. El desfile fue largo y solemne. Habiendo comenzado antes de las diez de la mañana, terminó a las dos de la tarde, y en seguida O’Donojú, Iturbide y una numerosa comitiva se dirigieron al a Catedral donde se entonó un `Te Deum´. Antes de que terminase el día, Iturbide dirigió a la nación una proclama para anunciarle el término de sugrandiosa empresa. -`Ya estáis en el caso- comenzaba- de saludar a la patria independiente como os anuncié en Iguala…Ya sabéis el modo de ser libres; a vosotros toca señalar el de ser felices… y si mis trabajos, tan debidos a la patria, los suponéis dignos de recompensa, concededme sólo vuestra sumisión a las leyes, dejad que vuelva al seno de mi amada familia, y de tiempo en tiempo haced una memoria de vuestro amigo ITURBIDE.
 [Ibid. pag.476]

Julio Zarate nos da su visión, bastante parcial, de la modificación en los Tratados de Córdoba y de Iturbide en general. Lo que no especifica, es que uno de los promotores principales en el Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano de la idea de un monarca mexicano es Guadalupe Victoria, más que Iturbide. Si bien esto es posterior, en el momento de los tratados de la Villa de Córdoba, Iturbide postula un plan Fernandista, demostrando con esto las falsas acusaciones que sobre Iturbide penden hasta nuestros días. 

Acta de Independencia.

sábado, 27 de septiembre de 2014

El Castillo de Chapultepec



Chapultepec, voz de la lengua náhuatl: “tepetl” – cerro, y, “chapulín” – saltamontes; es el cuerpo en el que se asienta el Castillo, que ha sido escenario de grandes acontecimientos que han forjado la historia de nuestro país.

Quizás, fue nombrado así por la abundancia de saltamontes en sus parajes, o, tal vez, porque a la distancia, el perfil del cerro asemeja la forma de una langosta.

En la época prehispánica sirvió de morada a los toltecas y mexicas, pues la formación de manantiales al pie del cerro, permitió que el lugar fuera utilizado como sitio de veneración. El chapulín fue además símbolo de nobleza. Pequeños saltamontes de oro, adornaban los penachos de los gobernantes aztecas.

En el siglo XVII, el entonces virrey Bernardo de Gálvez inició en la cima del cerro la construcción del que después sería el Castillo de Chapultepec, pero falleció antes de ver construido su palacio.

Apenas declarada la independencia el viejo y derruido palacio fue reconstruido y acondicionado para establecer en 1843 el Colegio Militar. El Castillo de Chapultepec fue escenario de uno de los capítulos más emblemáticos en la historia de México: la batalla final de la guerra entre México y Estados Unidos, cuando las tropas de este último, asaltaron el Castillo el 27 de agosto de 1847.

Durante el Segundo Imperio Mexicano, el castillo fue habitado por los emperadores Maximiliano y Carlota. Esta residencia imperial fue decorada con muebles de fabricación europea, así como con retratos, esculturas, tapices, alfombras, y ornamentos; muchos de los cuales se conservan hasta nuestros días.

"Construir castillos con terrazas ajardinadas", ésta fue la definición de felicidad que Maximiliano expresó en alguna ocasión. El jardín se instaló alrededor del torreón bordeado por corredores con techos ligeros sostenidos sobre columnas de hierro.

Las Bacantes, sacerdotisas de Baco, adornan las terrazas superiores. Son figuras femeninas al estilo pompeyano, fueron realizadas en 1866 a solicitud de Maximiliano, dan el tono romántico con en que quiso envolver al alcázar de un ambiente cortesano.

El castillo se comunicaba con la Ciudad de México a través de la Calzada de Chapultepec y la Calzada de la Verónica. Para agilizar el traslado, se construyó el Paseo del Emperador, que iniciaba en la entrada del bosque, y remataba en la glorieta del monumento conocido como El Caballito. El Paseo del Emperador, fue nombrado Paseo de la Reforma después de la caída del Imperio; y hacia 1875, el presidente Lerdo de Tejada, lo mandó adornar con árboles, glorietas y bancas.

Tras la llegada de Porfirio Díaz al gobierno en 1876, y durante su largo gobierno, el alcázar se acondicionó para ser la residencia oficial del Presidente por aproximadamente medio siglo.

Los salones recibieron en varias ocasiones a los diplomáticos de otras naciones, donde gozaban de la hospitalidad de la familia presidencial. Entre éstos destaca el salón de embajadores, el cual fue decorado con elementos neoclásicos. El mobiliario estilo Luis XVI procede de Francia, y fue lugar de recepciones ofrecidas por la familia presidencial a diplomáticos.

Digno de mencionarse es también el salón de vitrales, los cuales fueron fabricados en París y colocados en el corredor oriente del alcázar hacia 1900. Cada uno representa figuras mitológicas: Pompona (Diosa de las cosechas), Flora (representante de la belleza y las flores que abren en Primavera), Hebe (portadora del néctar divino que otorga la eterna juventud), Diana (Diosa de la caza y la fertilidad) y Ceres (Diosa de la agricultura).

Finalmente en 1939, el general Lázaro Cárdenas, donó el castillo al pueblo mexicano, y lo destinó para que funcionara como museo. Desde entonces, el Castillo de Chapultepec, y las colecciones que en él se conservan, investigan, exhiben y difunden, forman parte del patrimonio histórico y cultural de la nación, ya que actualmente es la sede del Museo Nacional de Historia.


miércoles, 24 de septiembre de 2014

Artistas en el exilio, los surrealistas en México. (Pt.2)


 

El primer surrealista que llegó a México fue el poeta Antonin Artaud en 1936, Breton arribó dos años más tarde, y definió al país como el más surrealista del mundo. La crítica no recibió de buena forma a Breton y a su corriente artística, por lo que pronto se trasladó a Estados Unidos. Sin embargo, sí había un interés en el Surrealismo por parte de los círculos de intelectuales y revistas de divulgación.

Mientras Breton trataba de reorganizar al grupo surrealista en Nueva York; a México llegó un grupo de artistas de esta misma corriente entre los que se encontraban Remedios Varo, Wolfgang Paalen, Benjamin Péret, Leonora Carrington, Luis Buñuel, Alice Rahón, César Moro, Edward James, Katy y José Horna entre otros.

Tras la partida de Breton el surrealismo literario dejó de trabajarse en el país, sólo Alice Rahón y César Moro publicaron textos. Fue la pintura el principal campo de expresión de dicho movimiento en México. Incluso antes de la llegada de dicha vanguardia, ya había artistas mexicanos que tenían tendencias similares a las que el movimiento postulaba.

México fue el primer país latinoamericano en el que se llevó a cabo una exposición surrealista, organizada por Wolfgang Paalen y César Moro. Se llevó a cabo en la Galería de Arte Mexicano en enero de 1940. Roberto Montenegro, Manuel Rodríguez, Antonio Ruiz, Diego Rivera y Frida Kahlo, a quien Breton consideró la primera surrealista mexicana, fueron algunos de los pintores mexicanos quienes expusieron alguna obra en la exposición.

Wolfgang Paleen fue una figura fundamental del surrealismo en México. Dejó el movimiento en 1941 para volver en 1952. Sus años en México están reflejados en sus obras a las que integró elementos precolombinos. Su última exposición se realizó en la Ciudad de México en 1958, Paalen murió un año después.

Por su parte, Agustín Lazo, María Izquierdo y Frida Kahlo, Manuel Alvarez Bravo, Octavio Paz y Alberto Gironella, son considerados los verdaderos surrealistas mexicanos.

Con el fin de la guerra, muchos artistas regresaron a Europa a pesar de que las vanguardias a las que pertenecían ya habían sido rebasadas, e incluso, ya existían nuevos movimientos basados en la filosofía existencialista de la posguerra. Otros se quedaron en el país que los había acogido, tal fue el caso de Remedios Varo, Alice Rahon y Leonora Carrington. Mientras tanto, en México, el surrealismo se desvaneció. A pesar de dicha debacle, la influencia del surrealismo sigue latente en el arte de la actualidad, ya que como la propia Remedios Varo expresó, la esencia del surrealismo es inherente al hombre.

[Imagen 1: Alice Rahon, "Mesuline"]
[Imagen 2: Remedios Varo "Naturaleza muerta resucitada"]

jueves, 18 de septiembre de 2014

Antonio López de Santa Anna, el Héroe Trágico (Pt.2)



[versión editada del texto original]

Ocurre que en el mundo de la tragedia griega se nos presenta un doble panorama. Por una parte, las fuerzas enfrentadas y sus conflictos, que son con frecuencia las del héroe; del otro lado, el espíritu con que son juzgados estos conflictos y la búsqueda por hallar a aquellos que por sus virtudes y su valentía se convierten en héroes y aquellos que por sus vicios y su arrogancia cayeron en desgracia
Carlos María de Bustamante pensaba que Antonio López de Santa Anna había contado siempre con la fortuna de un pícaro, pero en la guerra solo estuvo el pícaro, esta vez,lleno de infortunio. Santa Anna decía que la falta de fortuna era buena porqueera el crisol de las naciones, y la grandeza de la mexicana nunca sería másgrande que cuando luchara contra el destino para arrancarle la victoria que Dios y la justicia prometen.

Existe evidentemente la tragedia de destino, como la tragedia en que se expía un pecado que tiene una vigencia, por decirlo así, autónoma; existe también una tragedia en que el hombre llega a desintegrarse en un mundo hostil, sin que se vea el sentido de su sacrificio. En todo caso, decimos, su característica es la acción; la misma palabra δράμα (drama) significa acción. Nada más lejos, pues, del héroe trágico griego que el ser víctima resignada de un destino adverso ante el que huye, o víctima pasiva en un mundo incomprensible ante el que apenas trata de defenderse.

Pero precisamente de su acción, en este caso y en los demás, viene su sufrimiento; porque junto a la nobleza y la decisión ante la acción es el sufrimiento el tercer rasgo común del héroe trágico. Y es también el más general, ya que es el único que ha quedado indisolublemente asociado al concepto de lo trágico en todas las centurias. El sufrimiento puede estar al fin: muerte o desgracia del héroe vencedor, miedo y dolor no son más que dos reflejos del sufrimiento humano, no aisladamente el uno del otro, pues el miedo y la angustia son el presentimiento de la ruina, son la conciencia de la falta también.

No ha de haber sólo acción y sufrimiento, sino también, como dijimos al principio, interpretación de esa acción y ese sufrimiento. Pero esta presencia del dolor y de la muerte no paraliza nunca la acción del héroe. En el mito de la Ilíada, Héctor afrontará la muerte fuera de la muralla por no humillar su honor ante los troyanos; y Aquiles, que sabe que la muerte le espera, no se abstiene de dar satisfacción a su venganza.

La tragedia, como hemos anticipado, representa un avance en este terreno; intenta casi siempre establecer la causa de las cosas, ya sea apoyándose en el concepto de la justicia agraviada, ya en el del orgullo del hombre que —a veces sin conciencia de ello— se sale de sus límites. Al menos, es común que sea la acción humana en general y no un componente aparte, diabólico, de ella, la que provoca el sufrimiento. Y también que, pese a ello, la acción sea aceptada como inseparable del hombre superior.

Lorenzo de Zavala, dice atinadamente de Santa Anna: Es un hombre quetiene en sí un principio que impulsa siempre a obrar, y como no tieneprincipios fijos, ni un sistema arreglado de conducta pública, por falta deconocimiento, marcha siempre a los extremos en contradicción consigo mismo. Nomedita las acciones ni calcula los resultados. Se podría agregar a esta descripción el deseo de poder y gloria que compartían soldados y criollos, y Santa Anna fue ambos a la vez.

La ambigüedad del caudillo dio lugar a muchas sospechas y no era un secreto para los que lo describieron hacia 1847. Bustamante lo vio como un fenómeno de la especie humana, pero también como un hombre que seplegaba a las circunstancias. Le parecía que todos los de su tiempo sabían lo que había sido Santa Anna desde 1822, y lo que acabaría siendo alentregar a México. Dijo, al citar a unos "extranjeros" que Santa Anna era el héroe de cuarentaderrotas.

Fue a partir de la invasión que México sufrió por parte de Estados Unidos, entre 1846 y 1848, que se conserva una emoción colectiva respecto a Antonio López de Santa Anna, una  que sostiene que traicionó a la patria. Esta percepción provino de la acusación pública que hizo el diputado Ramón Gamboa en 1847. Así, dice Gamboa:

Meanima, pues, el íntimo convencimiento que tengo de que México si dobló sucerviz al yugo y si puso sus manos y pies para recibir las cadenas delamericano, esto no fue debido, como dice el General Santa Anna, á la infamia ycobardía de nuestro Ejército y á la ruindad y vileza del pueblo mexicano, sinoa S.E. mismo, que estaba puesto á la cabeza y que gobernó toda defensa. 
[Ramón Gamboa, impugnaciónal informe de Exmo. Sr. General D. Antonio López de Santa Anna y constancias enque se apoyan las ampliaciones de la acusación del Señor Diputado D. RamónGamboa. 15 de Julio de 1849].

Dichas acusaciones fueron las que fácilmente abrigaron las llamadas clases populares. La otra interpretación dice que no entregó a la patria. No deja de ser interesante recordar las percepciones de aquellos que han escrito sobre Santa Anna, por ejemplo, José María Roa Bárcena, porque aunque él sostenía la notraición, consideraba que el punto de vista de sus opositores era patriota e inteligente.

Guillermo Prieto señaló que Santa Anna era un hombre que estaba enteramente fascinado; que era despreciativo con la voz de la ciencia; que exigía la humillación de los quelo rodeaban y que era inaccesible a la razón y a la ingenuidad. José María Roa Bárcena lo vio como un hombre inclinado desde su juventud a los ardides y las mentiras.

Lucas Alamán, en varias cartas, escribió de nuestro personaje que era derrotado en todas partes, mientras los periódicos lo insultaban y se mofaban de él, asunto que lo hizo carecer de todo prestigio y arrastrar una triste existencia en la presidencia. También dijo que Santa Anna era un hombre aquien no le chocaba nada, caer en las más chocantes contradicciones entreconducta y palabras. Dijo que en el México de finales del decenio de los cuarenta se vivía una total inseguridad y desconfianza de todo lo que provenía del gobierno. Agregó que se conocía a los que mandaban por la calificación de quién era peor, y que todos sedejaban despiadadamente robar de ellos".

El general Santa Anna desde un manifiesto a los mexicanos fechado en San Luis Potosí el 26 de enerode 1847, vindicó su conducta y se opuso a que se le considerara un traidor. Dijo estar dispuesto a renunciar al mando del ejército y fue de la opinión que había que continuar la guerra para garantizar la existencia de la nación. Dos meses después, al protestar como presidente interino exhortó a la unión para proseguir la guerra y salvar así la independencia y el honor de México. Después de sus sonadas derrotas, el 16 de septiembre de 1847 al presentar su renuncia a la presidencia de la república, Santa Anna lo llamó un manifiesto día funestísimo para la nación. Dijo que tanto al recibir el poder como al dejarlo no había aspirado más que al bien de su carapatria. Reconoció haber cometido errores en el desempeño de sus obligaciones, pero pidió que estuvieran seguros de que sus deseos y sus esperanzas no habían conocido otro estímulo que,

 el noble de sostener el rango de nación en que vi la luz primera y que me ha colmado de honores y beneficios.