sábado, 13 de septiembre de 2014

Artistas en el exilio, los surrealistas en México. (Pt.1)




 Habían pasado sólo unos escasos meses desde que André Breton publicara en Paris el Manifiesto Surrealista en octubre de 1924, cuando el periodista Genaro Estrada comenzó a difundir la nueva vanguardia en México con el artículo “La Revolución Supra-realista”. El término suprarrealismo se siguió utilizando hasta 1938, año en que André Breton llegó a México.

Antes, en Europa, se habían reunido alrededor de la figura de Breton, un grupo de artistas, que en su mayoría provenían del dadaísmo, sin embargo, Breton cuestionaba el nihilismo de dicha corriente y planteaba estatutos ideológicos distintos. Artistas como Benjamin Péret, André Masson, Salvador Dalí, Louis Aragon, Jacques Prevert y Jacques Baron conformaron la primera generación surrealista.

El Surrealismo siempre tuvo un espíritu subversivo y se presentaba como una corriente que rompía con el orden moral e intelectual de su época. Transformó el carácter destructivo del Dadaísmo, pues lo convirtió en una investigación del subconsciente.

Tomaron como punto de partida las investigaciones de Sigmund Freud acerca del psicoanálisis y tuvieron especial atención con los temas del automatismo, el deseo y el enfrentamiento con la realidad. Las técnicas psicoanalíticas se fundamentan en procedimientos automáticos cuyo fin es liberar al inconsciente del control que la razón, la moral y las costumbres, ejercen sobre él. De ésta forma, el surrealismo desvió la función terapéutica del automatismo, y lo convirtieron en el fundamento de su actividad artística, pues exploraban ámbitos que hasta entonces no eran comunes, como el subconsciente, el azar, la locura, la alucinación, enfermedades mentales, pueblos primitivos y los fenómenos parapsicológicos.

Por otra parte, buscaban encontrar un modelo interior y profundizar en el ser humano. No despreciaban la realidad, sino que ésta perdía importancia frente a las imágenes de la mente.

El Surrealismo asumió un compromiso político, y en su mayoría los artistas formaban parte de grupos de ideología marxista y socialista. De esta forma, sus críticas contra la sociedad, Iglesia y Estado tomaron tintes políticos, y por lo cual algunos fueron perseguidos.

En 1925 apareció en algunos países de habla hispana el libro Las literaturas europeas de vanguardia de Guillermo de Torre. Su difusión fue grande y tuvo una gran influencia en los artículos que se escribieron acerca del Surrealismo, por ejemplo en los escritos de Francis de Miomandre.

Mientras tanto en 1929, los surrealistas europeos afrontaban problemas dentro de su propio movimiento, lo que provocó la expulsión de algunos miembros y una postura política más radical, también se crearon nuevas publicaciones y se redactó un segundo manifiesto.

Sin embargo, los problemas continuaron y aumentaron durante los años posteriores; sobre todo en el ámbito político, pues tras las purgas de Stalin y la nula ayuda del Partido Comunista Francés a los revolucionarios españoles durante la Guerra Civil, hubo un desencanto por parte de muchos artistas en contra del comunismo.

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, muchos artistas se refugiaron en diferentes partes de Europa. Los surrealistas se agruparon principalmente en Marsella, no obstante, hubo una actitud hostil hacia ellos. El propio Benjamin Péret fue brevemente encarcelado por haber combatido en España. Conforme la guerra se recrudecía, la situación se volvió insostenible y algunos, apoyados por gobiernos en América, pudieron salir de Europa. Uno de los destinos más socorridos fue México, que se presentaba como una de las naciones más modernas y progresistas de América Latina.


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