Habían pasado sólo unos escasos meses desde que André Breton publicara
en Paris el Manifiesto Surrealista en octubre de 1924, cuando el periodista
Genaro Estrada comenzó a difundir la nueva vanguardia en México con el artículo
“La Revolución Supra-realista”. El término suprarrealismo se siguió utilizando
hasta 1938, año en que André Breton llegó a México.
Antes, en Europa, se habían reunido alrededor de la figura de Breton,
un grupo de artistas, que en su mayoría provenían del dadaísmo, sin embargo,
Breton cuestionaba el nihilismo de dicha corriente y planteaba estatutos
ideológicos distintos. Artistas como Benjamin Péret, André Masson, Salvador
Dalí, Louis Aragon, Jacques Prevert y Jacques Baron conformaron la primera
generación surrealista.
El Surrealismo siempre tuvo un espíritu subversivo y se presentaba
como una corriente que rompía con el orden moral e intelectual de su época.
Transformó el carácter destructivo del Dadaísmo, pues lo convirtió en una
investigación del subconsciente.
Tomaron como punto de partida las investigaciones de Sigmund Freud
acerca del psicoanálisis y tuvieron especial atención con los temas del
automatismo, el deseo y el enfrentamiento con la realidad. Las técnicas
psicoanalíticas se fundamentan en procedimientos automáticos cuyo fin es
liberar al inconsciente del control que la razón, la moral y las costumbres,
ejercen sobre él. De ésta forma, el surrealismo desvió la función terapéutica
del automatismo, y lo convirtieron en el fundamento de su actividad artística,
pues exploraban ámbitos que hasta entonces no eran comunes, como el
subconsciente, el azar, la locura, la alucinación, enfermedades mentales,
pueblos primitivos y los fenómenos parapsicológicos.
Por otra parte, buscaban encontrar un modelo interior y profundizar en
el ser humano. No despreciaban la realidad, sino que ésta perdía importancia
frente a las imágenes de la mente.
El Surrealismo asumió un compromiso político, y en su mayoría los
artistas formaban parte de grupos de ideología marxista y socialista. De esta
forma, sus críticas contra la sociedad, Iglesia y Estado tomaron tintes
políticos, y por lo cual algunos fueron perseguidos.
En 1925 apareció en algunos países de habla hispana el libro Las
literaturas europeas de vanguardia de Guillermo de Torre. Su difusión fue
grande y tuvo una gran influencia en los artículos que se escribieron acerca
del Surrealismo, por ejemplo en los escritos de Francis de Miomandre.
Mientras tanto en 1929, los surrealistas europeos afrontaban problemas
dentro de su propio movimiento, lo que provocó la expulsión de algunos miembros
y una postura política más radical, también se crearon nuevas publicaciones y
se redactó un segundo manifiesto.
Sin embargo, los problemas continuaron y aumentaron durante los años
posteriores; sobre todo en el ámbito político, pues tras las purgas de Stalin y
la nula ayuda del Partido Comunista Francés a los revolucionarios españoles
durante la Guerra Civil, hubo un desencanto por parte de muchos artistas en
contra del comunismo.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, muchos artistas se
refugiaron en diferentes partes de Europa. Los surrealistas se agruparon
principalmente en Marsella, no obstante, hubo una actitud hostil hacia ellos.
El propio Benjamin Péret fue brevemente encarcelado por haber combatido en
España. Conforme la guerra se recrudecía, la situación se volvió insostenible y
algunos, apoyados por gobiernos en América, pudieron salir de Europa. Uno de
los destinos más socorridos fue México, que se presentaba como una de las
naciones más modernas y progresistas de América Latina.
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